sábado, 17 de marzo de 2012

red nails

.




Me he pintado las uñas de rojo vivo. Me recuerdan a mi madre. Me resultan de mayor. Acabo de cumplir cuarenta y no mentira en la cabeza que ya no soy joven, si no fuera por mi abominable gordura.


No quiero parecerme a mi madre: en sus uñas, en sus chantajes y desequilibrios emocionales.
Todo parecido físico, por lo demás, es pura coincidencia.

Me siento tan sola como ella.

Como una viuda jubilada, sin familiares, ni amigos ni ocios que la visiten.

Sin creerme capaz de poder alcanzar los sueños de adolescente que quedaron cubiertos día a día, capa a capa, por una necesaria supervivencia.

Hasta el psicólogo más paciente se aburriría descubriendo mi neurosis y ciclotimia de manual.

Ha anochecido, no tenía nada concreto que hacer y sí mucha dispersión y ansiedad, y seguramente esté en no sé qué momento pre-menstrual.

No puedo creerme que ya ni apunto los días de mi regla. Como si el “no tener tiempo” me impidiera cualquier tipo de orden en mi vida.

No he cocinado nada. Nunca lo hago. Cuanto más me avergüenzo de mi gordura, más me enveneno en clara autodestrucción.

La sensación de no importar a nadie es tan dañina como vieja. Como vieja que me siento ya.

Podría romper mi círculo de extrema soledad, por la que algún psicólogo me consideraría una heroína, una superviviente, quizá, en condiciones extremas emocionales como estuve, sin familiar, amigo o pareja algún@.

Podría, socilaizando, sin más. Teniendo siempre distintos planes y gente de todo tipo y función para cubrir tardes como la de hoy.

Pero me da miedo. Mucho miedo. No me gusrta que la gente se acerque demasiado: me hacen sentir mal. Pero ahora, ya, aún racionalizando que nadie es perfecto, no soporto a nadie. Creo que no voy a poder llegar a ser amigo de nadie, porque hay demasiada estupidez, falsedad y egoísmo.

Creo que de todas las actitudes, la que más asco me da es la de egoísmo.


.

No hay comentarios:

Publicar un comentario